A don Esteban Puig y Puig
Largo y enjuto, sencillote y llano,
brindaste al ajedrez todas las cremas
de nocturnos desvelos, y en tus temas
hay el regalo de tu aliento humano.
El cerebro, motor; cincel, la mano,
todo tú forjador de teoremas,
en partidas, finales y problemas
cuajó la esencia de tu numen sano.
Hoy, por doquier, aflora, deslumbrante,
la gran semilla que esparciste en vida,
y el ajedrez, cual astro rutilante,
impera ufano y su fulgor anida,
en su entraña feraz, la luz brillante
en tus sueños, otrora, presentida.
Demetrio Pereda