Existen personas que tal vez nunca han llegado a jugar una partida de campeonato y que su noción del Ajedrez se debe, más bien, a su afición e interés por lo poco o mucho que hayan podido leer o ver en el curso de su existencia y, quizás, por lo que dicho juego comporta, como pueden ser el desarrollo de sus estrategias y la toma de decisiones que, bien entendidas por la juventud, pueden potenciar el desarrollo de su capacidad intelectual y que, en otras facetas de la vida, les sirvan para superar los obstáculos que se les presenten.
En su día ya hablábamos sobre don Manuel Tobella i Adroher, un erudito de la escultura miniaturista quién, sin serlo en el tema que nos ocupa, el Ajedrez, fue capaz de realizar unos sensacionales trabajos, plasmados en juegos de ajedrez. Por cierto, Tobella también era un apasionado por la pintura, como asimismo lo fue el personaje del que estamos hablando ahora, Joaquim Francés i Martínez.
Joaquim Francés i Martínez, era el tercero de cuatro hijos de una familia de inmigrantes. Su padre era de Alicante y su madre de Murcia; se establecieron en Barcelona, en el barrio de Sants, que es donde nacieron sus hijos, poco después de la primera guerra mundial. Como consecuencia de la guerra civil, su fase de estudios primarios duró bien poco. Tenía alrededor de doce años cuando le pusieron a trabajar en una panadería. Esto no fue obstáculo para formarse a nivel intelectual, y lo hizo de forma autodidacta. Aprovechaba el tiempo en leer tanto como podía en las bibliotecas del barrio, y también en las casas de gente acomodada donde hacía pequeños trabajos domésticos y podía ganarse algún dinero extra. De esta forma pudo comprarse su primera bicicleta, una de sus pasiones, aunque la primera era el dibujo. Durante la guerra practicaba con los trozos de papel que le ofrecían o encontraba por la calle y dibujaba en ellos con el carboncillo de la cocina de su casa. Una vez cumplido el servicio militar, comenzó a trabajar de electricista y terminó como contramaestre en una fábrica del sector del plástico.
10/2/1946 - Joaquim Francés,
con 21 años, en el centro de la imagen,
con sus dos hermanos
varones Joan y Josep
En los campos de deportes de
las Hilaturas de Fabra & Coats
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
En 1929 la familia se traslada de Sants a La Sagrera, limítrofe con el antiguo pueblo de Sant Andreu de Palomar, a donde trasladó su residencia en 1963, pocos años después de casarse. Aquí en Sant Andreu de Palomar, fallecería a los 91 años, después de una vida dedicada, en sus horas libres, a sus pasiones: el dibujo, la pintura, el ciclismo, el senderismo, la música clásica, la lectura, la conversación, el baile... Así fue como conoció a la que sería su esposa y así transmitiría también a sus hijas e hijo el gusto por la música y el baile. Se dedicó por entero a su familia, ejerció de abuelo con entrega y el destino le trajo la fortuna de poder conocer a su primer biznieto.
Joaquim Francés – Acuarela de 1998
Estación de Sant Andreu Comtal,
con la cúpula de la Parroquia al fondo
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim era una persona instruida, discreta y honesta, con un gran sentido de la responsabilidad. Su permanente inquietud para ampliar conocimientos le ayudó a desarrollar una nutrida mentalidad, abierta y curiosa. De talante afable y sensible, era sociable y reservado a la vez. Contrario a las etiquetas, se reía de las modas y esquivaba los halagos. Una vez casado, tuvo que abandonar su afición artística, toda vez que no le reportaba ningún ingreso para la economía familiar. Al cabo de los años, la retomó poco a poco y ha sido realmente su hija, Joana Francés, quién empezó a divulgar su obra poco antes de que él falleciera. Su objetivo no era tanto el hecho de que multitud de personas pudieran disfrutar de sus acuarelas, dibujos y apuntes, sino que su trabajo pudiera inspirar a otros futuros artistas.
No solamente era hábil en el manejo del lápiz y el pincel. También lo fue en las manualidades. Como decimos vulgarmente, era “un manitas”. Su hija me indica que en su casa nunca entró ningún electricista, ni pintor, ni lampista, que no fuera él, mientras pudo valerse por sí mismo.
Su afición al ajedrez le vino de joven. Solía frecuentar el Centre de la Unió Ciclista de La Sagrera-Sant Andreu, ya que vivía al lado del mismo; allí, entre otras alternativas deportivas y de ocio, también se jugaban partidas de ajedrez.
En aquella época, tanto en La Sagrera como en Sant Andreu, existían muchos Centros donde se desarrollaban multitud de actividades. Además del ajedrez, existían grupos de pintura, baloncesto, teatro, zarzuela, fútbol, corales, excursionismo…, que posibilitaban la integración de las personas que estaban interesadas en algunas de ellas. Su hija Joana recuerda que cuando era jovencita su padre les hablaba del origen del ajedrez, el por qué era interesante su práctica, toda vez que consideraba que era mucho más que un juego. Está claro que entonces sus hijos no entendían nada. Les decía “cuando seáis mayores comprenderéis por qué os explico todo esto”. Entre otras cosas les manifestaba “pensad que el ajedrez os puede ayudar a desarrollar estrategias e, incluso, a tomar decisiones”. Joana continúa diciéndome que además del ajedrez les enseñó a jugar al bèlit. Ignoro su traducción al castellano; tal vez bólit (*). Para muchos os extrañará este juego. Podéis ver una muestra en este enlace a un vídeo de Youtube. En aquellos años de penuria que los jovencitos no disponían de juguetes, se las ingeniaban para pasar el rato y divertirse. El bèlit era uno de estos juegos para el cual se precisaba de bien poca cosa: un palo circular de más o menos un palmo de largo, achatado por las puntas, y una pala de madera, como hemos podido ver en el enlace. Yo recuerdo haberlo jugado muchísimas veces en la calle donde vivía y, de pala, utilizaba la de lavar de mi abuela Antonia que, al poco tiempo, se convertía en dos trozos, rota por la mitad. Se jugaba en todas las calles y plazas, en muchos barrios. Era divertido, emocionante, competitivo, cohesionador y asequible para todos. Era una especie de mini-béisbol de batalla, como alguien se atrevió a comparar, donde la gloria era para quien fuera capaz de enviar un pedazo de madera, el bèlit, lo más lejos posible, para que el contrincante no pudiera reaccionar. Eso sí, debía tenerse un cierto cuidado para no lesionarse, puesto que cuando la pala daba un golpe en uno de los extremos del bèlit, éste no rebotara hacia la cara del jugador, en lugar del destino que se pretendía.
(*) Nota del revisor, en algún sitio he visto que en castellano se conoce como bélito.
Otros aspectos de su vida
Joana Francés me contaba que su padre se aseguró de dejarles la herencia en vida: invirtió todo en la salud de los hijos y en su formación. Y, por encima de todo, lo esencial, les transmitió la importancia de los valores. Practicaba una educación más razonada que impuesta e invitaba a reflexionar en lugar de a discutir.
El arte, para él, era mucho más que un entretenimiento, era una filosofía, una manera de comunicarse, una forma de ver y vivir la vida. Al regresar del servicio militar, con 23 años, se matriculó en clases nocturnas de 'dibujo artístico' en la Escuela Complementaria de Artes y Oficios, Distrito X - Francisco Aragó, del Clot, que más tarde se denominaría Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Barcelona (más conocida como Llotja), ubicada en la calle Rogent 51. Aquel año, 1949, gana el primer premio en el concurso Llopart-Soler. En los siguientes dos años se matriculó en modelaje. Y veinticinco años más tarde, pasó a ser socio de la Agrupació d’Aquarel·listes de Catalunya y, después, miembro del Cercle Artístic Sant Lluc. Durante unos cuantos años participó en numerosos concursos de dibujo y pintura rápida por los pueblos de Barcelona y Girona, pero nunca antepuso el arte a la familia. Por el camino dejó mucha energía y buena parte de su salud para tirar adelante la que fue su gran obra: la familia. En los dos años anteriores a su fallecimiento, cuando ya precisaba de silla de ruedas y aceptaba con resignación su precaria salud, todavía se le veía trazando sus apuntes.
La imagen que sigue es la de su último desplazamiento al Santuari dels Munts, que tanto le gustaba. Se detuvieron antes en Sant Boi de Lluçanès, donde empezó a esbozar la iglesia del pueblo. Y continuó de memoria una vez llegaron al Santuario. El dibujo era su barómetro de salud anímica y física.
Joaquim Francés i Martínez
ya entrado en los 90 años
-pero trabajando con la misma ilusión-
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Algunos de sus apuntes y acuarelas sobre ajedrez
Ahora podremos ver algunas de sus composiciones ajedrecísticas en los dibujos, bocetos y apuntes acuarelados que siguen...
Partida de ajedrez en
la Plaça de Catalunya, 2000
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Partida de ajedrez en el vestíbulo
de la estación de Metro y Renfe,
de Plaza Catalunya, 1996
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Partida de ajedrez en el vestíbulo
de la estación de Metro y Renfe,
de Plaza Catalunya, 1996
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Partidas de ajedrez
en plena calle, 1997
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Otra partida de ajedrez
en la calle, 1997
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Todos concentrados en el juego, 1997
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Un par de partidas y
dos pares de mirones, 1998
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Siguen concentrados en su
partida de ajedrez, 1998
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Concentración de
aficionados al ajedrez, 1998
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Partida de ajedrez en
el banco de la plaza, 1998
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Conjunto de partidas de Ajedez, 2000
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Algunas de sus otras obras pictóricas
Y aquí, unas pocas de sus obras, de los cientos que llevó a cabo...
Joaquim Francés i Martínez
La vieja iglesia de
Sant Martí de Provençals, 1998
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Quiosco de periódicos
en la Plaça del Comerç,
de Sant Andreu de Palomar, 1999
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Ermita de Santa Eulàlia de Vilapicina
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
La Festa dels Tres Tombs,
a Sant Andreu de Palomar, 2000
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Detalle de la entrada de la
calle Vintró de Sant Andreu, 1988
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
La Rambla de les Flors
de Barcelona, 1990
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
La bella iglesia de
Sant Martí de Provençals, 1997
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Sant Andreu de Palomar,
la iglesia desde la Plaza Orfila, 2000
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Barcelona, Plaça de les Olles, 2000
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Sant Boi de Lluçanès en su recuerdo:
Joaquim Francés siempre mantuvo en su corazón un lugar para el Lluçanès, y más concretamente para Sant Boi de Lluçanès. Fueron multitud los dibujos que realizó sobre este pueblo. Así, pues, permitidme que incluya algunos de ellos.
Joaquim Francés i Martínez
Iglesia de Sant Boi de Lluçanès,
vista posterior
Óleo sobre tela, años 90
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Carrer Antic de
Sant Boi de Lluçanès, 1990
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Carrer de Vic de
Sant Boi de Lluçanès
Acuarela y tinta china, 1990
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
La siguiente imagen corresponde a la Masía "El Vilar" de Sant Boi de Lluçanès; un gran casal de cuerpo cuadrado con galerías anexas, una torre en medio y una capilla dedicada a la Mare de Déu del Roser. Existía ya en 1193... pero la edificación actual fue construida entre los años 1735 y 1771.
Joaquim Francés i Martínez
Sardanes a la Plaça
Fiesta Mayor de Sant Boi de Lluçanès
Sketch a pluma y acuarela, 1989
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
Joaquim Francés i Martínez
Can Pujals,
Sant Boi de Lluçanès, 1992
(Foto: Gentileza de la familia Francés)
A todos los interesados en conocer más obras y/o trabajos de Joaquim Francés, sus dibujos, bocetos y acuarelas, que estoy seguro de que merecerán vuestra atención, podéis encontrar multitud de ellos en los siguientes enlaces:
Antes de finalizar debo agradecer a Joana Francés su buena disposición para que algunos pasajes de la vida de su padre, así como una pequeña parte de sus dibujos, figuren en esta crónica.
Joaquim Travesset
29 de julio de 2022
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