* Artícle rebut directament del jutge internacional de la FIDE per a composicions, Mario Guido García
La psicología y el ajedrez
La
incidencia que esta disciplina tiene en los duelos ajedrecísticos.
El
Gran Maestro Slipak analiza el valor de la psiquis en cada batalla
y aborda esta problemática desde tres aspectos diferentes: “el adversario”, “el
autoboicot” y “las partidas decisivas”.
Por GM Sergio Slipak *¿Qué tipo de
incidencia tiene la psicología en la competencia ajedrecística? En primer
lugar, la que tiene en cualquier deporte: en toda lucha, más allá de las
características técnicas propias de cada disciplina, se juega un duelo psicológico
que tiene que ver con la tenacidad, la resistencia, la voluntad de vencer, la
resiliencia y la disposición para el combate.
Una primera
diferenciación puede hacerse entre los deportes individuales y los de equipo.
En estos últimos hay una dinámica de conjunto, tiene mucha importancia la
interacción entre los compañeros y es fundamental lograr una armonía que
permita centrarse en los objetivos competitivos. En los deportes individuales,
en cambio, es esencial la fortaleza mental, la confianza en uno
mismo, la lucha entre dos personalidades.
Una distinción
más sutil puede realizarse al evaluar el “costo del error” en cada deporte que
analicemos. Por ejemplo, en el fútbol una falla que cuesta un gol es mucho más
grave que en el básquet, cuyos abultados tanteadores diluyen la gravedad de las
equivocaciones. Ni hablar si comparamos el box, en el que una desatención puede
costar la pelea –y hasta la integridad física–, con el
tenis, en el que el punto tiene un alto valor tan sólo en las instancias
decisivas del partido. La incidencia de lo psicológico suele ser mayor en
aquellas competencias en las que un solo error puede decidir la lucha.
En el mundo de
los trebejos, deporte individual en el que un solo error suele definir la
partida, la gran cantidad de tiempo disponible durante cada encuentro –una
partida puede durar unas cuatro horas– permite a la mente un recorrido mucho
más largo por pensamientos muy diversos, todo lo cual amplifica notablemente el
valor de la psiquis en cada batalla. A esto se le suma la falta de descarga
física, lo que aumenta aún más la tensión.
Considerando el
alto componente psicológico de los duelos ajedrecísticos, abordaremos este tema
desde tres aspectos distintos, que denominaremos: “jugar contra el adversario”,
“el autoboicot” y “las partidas decisivas”.
El adversario
Uno de los
máximos exponentes del “estilo psicológico” del ajedrez fue el alemán Emmanuel
Lasker (1868-1941), quien ostentó la máxima corona mundial durante nada menos
que 27 años, entre 1894 y 1921. Lasker daba una importancia esencial a la lucha
psíquica, buscando siempre incomodar a sus rivales, llevándolos al terreno
donde se sintieran menos seguros. Por supuesto, para poner esto en práctica se
precisa una gran destreza técnica, ya que sólo es
posible hacerlo si uno mismo está dispuesto a moverse en situaciones muy
disímiles. Podemos agregar que, además de la versatilidad ajedrecística,
también es fundamental una gran confianza en las propias fuerzas para poder
adaptarse a cualquier cambio en las situaciones de la
lucha.
Entre los amantes
del juego es muy conocida una de sus definiciones, la cual muestra en qué
medida este gigante valoraba el lado psicológico del ajedrez. Refiriéndose a
uno de sus movimientos, Lasker evaluó: “Esta jugada es muy fuerte contra
Tarrasch, pero sería un grosero error contra Janowsky”. La jugada en cuestión
complicaba enormemente la partida, cosa que no era del gusto del Gran Maestro
Siegbert Tarrasch (1862-1934), pero sí hubiera sido –en caso de tenerlo como
oponente– del agrado del polaco David
Janowsky (1868-1927). En esa expresión vemos, en pleno, el pensamiento de
Lasker y la enorme importancia que otorgaba al juego dirigido a dificultar las
cosas a cada oponente en particular.
En el caso de los
matches por el título mundial, cuando dos jugadores se enfrentan en encuentros
pactados a un alto número de partidas, aspectos como éstos son más valiosos
aún. Mihail Botvinnik (1911-1995) logró el máximo galardón mundial en 1948,
para luego perderlo y recuperarlo en dos oportunidades, primero ante Vassily
Smyslov (1921-2010) y luego frente Mihail Tal (1936-1992). Botvinnik fue un
experto en estudiar los puntos fuertes y débiles de sus respectivos
adversarios, logrando, luego de ser derrotado en cada primer match,
vencer a sus oponentes en cada revancha, evitando las posiciones en las que
ellos se desempeñaban mejor y procurando aquellas en las que se encontraban a
disgusto.
El autoboicot
Desde los textos
de Sigmund Freud sabemos que no todo lo que ocupa nuestra psiquis se hace
consciente. Por eso, un tema importante en cualquier competencia es saber hasta
qué punto todo nuestro ser está involucrado en la búsqueda de la victoria. ¿Qué
ocurre cuando oscuras motivaciones inconscientes nos llevan a impulsar nuestra
derrota? Evidentemente, estaremos en problemas.
Mi propia
experiencia como jugador y entrenador, sin embargo, me dice que son más los
casos en los que un competidor está preocupado por la posibilidad del
autoboicot, y es esta misma preocupación la que lo perjudica, que aquellos en
los que podemos verificar la presencia de este enemigo interno de un modo más o
menos concreto.
Cabe aquí la
siguiente reflexión. La cultura psicoanalítica está muy
extendida en
nuestro país o, por lo menos, en Buenos Aires. En la medida en que una teoría
se difunde, cuando de los humanos se trata, ella misma altera su objeto inicial
de estudio, ya que al ser conocida modifica los comportamientos posteriores de
quienes ahora están influidos por esa misma teoría. Así, a menudo, el problema
esencial no es el autoboicot, sino el temor a él. Esto es algo que a veces se
convierte en un problema muy difícil de manejar, tanto en el deporte como en
cualquier otro ámbito.
En tal sentido,
el filósofo y escritor argentino José Pablo Feinmann señaló: “Si Borges dijo
que la metafísica es parte de la literatura fantástica, nos atreveremos a decir
aquí que el psicoanálisis, al remitirlo todo a esa zona recóndita, oculta,
misteriosa, que se filtra por todas partes, que nos posee,que nos envía sueños
inquietantes, indeseables, que nos divide como Hyde dividía a Jeckyll (...) es
parte de la literatura de terror”.
Estoy convencido
de que, para la enorme mayoría de los ajedrecistas, la mejor forma de luchar
contra el supuesto autoboicot es, simplemente, no creer en él. Distinto –y más
positivo– es registrar actitudes concretas que nos perjudican durante la
contienda... y combatirlas. Al respecto, hay jugadores que toman decisiones
apresuradas e impulsivas, otros que se muestran en exceso inseguros, otros que
pierden fácilmente la atención, etc.
Todas ésas son
conductas que pueden ser corregidas o mejoradas a través de la práctica,
siempre que se trabaje en tal sentido. Tal suele ser el mejor camino para
fortalecer la confianza en uno mismo y para aumentar nuestro potencial
competitivo.
Partidas decisivas
Si hay una
situación en la que la parte psicológica adquiere una especial relevancia es en
las partidas decisivas: aquellas en las que se define un torneo, una
clasificación, un título mundial. En encuentros así es muchomás difícil
mantener la objetividad y la calma y se suele jugar por debajo del nivel de
cada uno. La tensión impide desarrollar el juego con la soltura habitual y la
posibilidad de tener imprecisiones y de cometer errores graves aumenta.
Sin embargo, hay
grandes jugadores que demostraron poder mantenerse fríos incluso en tan
difíciles circunstancias. El ruso Anatoli Karpov, por ejemplo, campeón mundial
entre 1975 y 1985, daba la impresión de ser un témpano aun en los momentos más
álgidos de la lucha y cualquiera fuese el evento que disputara. Este sería el
“modelo computadora”: jugar concentrado en lo técnico, sin permitir que las
emociones nos dominen.
Pero hay otros
jugadores que son capaces de hacer aún más que esto, talentos que en las
situaciones clave pueden exprimirse al máximo, usar increíbles reservas de
energía y rendir por encima de su nivel normal. Además, son capaces de
desplegar una desbordante personalidad, que muchas veces hace flaquear al
adversario. Tal es el caso del también ruso Garry Kasparov, campeón mundial
entre 1985 y 2000.
Los cinco matches
que disputaron Kasparov y Karpov quedarán para siempre en la historia grande
del ajedrez mundial. De todos ellos, el disputado en Sevilla, en 1987, es el
que tuvo un final más emotivo. En la última partida del match, Kasparov
conducía las blancas y debía ganar para retener el título, ya que Karpov
llevaba un punto de ventaja. ¿Buscaría Kasparov una apertura especialmente
agresiva para intentar la victoria? No. Eligió el doble fianchetto, línea
conocida por demorarse en emprender acciones enérgicas.
Más tarde lo
explicó de esta manera: “Buscaba una lucha larga, en la que no hubiera
posibilidades de un desenlace breve que eliminara prontamente la tensión”.
Durante la partida consiguió una pequeña ventaja, pero Karpov sostenía su
posición y, llegando a lo que se conoce como “apuro de tiempo” –cuando ambos
jugadores deben jugar rápidamente porque se agota el tiempo asignado a cada
uno–, el empate estaba muy cerca, lo que hubiera significado que Karpov
recuperase el título mundial. Kasparov presionó entonces al máximo y Karpov
cometió un error decisivo. La victoria no fue inmediata, la agonía se prolongó
muchas jugadas más, pero
el resultado final ya era
inevitable: Kasparov venció y retuvo el título.
Es mucho lo que
podemos aprender de las más de 150 partidas jugadas entre estos dos colosos. En
lo técnico y en lo deportivo. La psicología estuvo presente en cada uno de sus
matches y más aún en los momentos definitorios de los mismos. Sin dudas, uno de
los ejemplos más interesantes de su importancia en la contienda ajedrecística.
* Gran Maestro y entrenador.
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